viernes, 1 de abril de 2011

El sésamo fue una de las primeras plantas oleaginosas que el hombre cultivó ya en tiempos prehistóricos. En nuestros tiempos, todavía es de uso común en los pueblos del Lejanos Oriente, norte de África y Sudamérica. Por desgracia, en Europa casi se había abandonado su uso, aunque se ha recuperado su consumo gracias a la dietética, ya que es uno de los alimentos más completos que, dentro de su género, ofrece la naturaleza.

Con un  elevado contenido en lecitina y fósforo, el sésamo es un alimento específico del sistema nervioso. Una alta gama de aminoácidos esenciales (22,7% de proteínas), su riqueza en minerales perfectamente asimilables, además de grasas insaturadas, y su bajo porcentaje de hidratos de carbono, lo convierten en un reconstituyente energético de primer orden. Por ello el sésamo en grano y sus elaborados específicos son un gran complemento a nuestra dieta diaria.
Podemos encontrarlo de las siguientes maneras:

  • Sésamo en grano. Espolvorear en ensaladas, cereales, yogures o sobre pan.
  • Gomasio. Sésamo tostado y sal marina. Favorece la secreción de jugos digestivos, estimula todo el metabolismo, fortifica el sistema nervioso, restablece el equilibrio alcalino del cuerpo, es ligeramente diurético y regenera el intestino. Las personas con tensión alta deben controlar su consumo por su contenido en sal.
  • Tahin/tahini. Pasta de sésamo que se emplea como condimento en la preparación de salsas, patés vegetales... es conveniente emulsionarlo con un poco de agua para hacerlo más digestivo.
  • Aceite de sémano. Prensado en frío y no refinado, posee el 85% de ácidos grasos insaturados y poliinsaturados, además de ácidos grasos libres. Este aceite no sólo no origina colesterol sino que lo elimina. Además, tiene múltiples aplicaciones para afecciones cutáneas, de cabello, de oídos y ojos. Debe utilizarse en proporciones mucho menores que otros aceites en la cocina.

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